La misa es una ceremonia religiosa de la iglesia católica, presidida por un sacerdote. Es una celebración solemne cuyo propósito es festejar el sacramento de la eucaristía, evocando la muerte de Jesús y su resurrección. El banquete de la eucaristía es el acto central del catolicismo y a su vez el acto supremo del culto a Dios.
Se trata de una rememoración del calvario y sacrificio que vivió Jesús en la cruz, haciéndolo presente en el altar. No es un simple recuerdo sino la vivificación de Cristo que es la cabeza de la Iglesia, que es el cuerpo de Él. A su vez la iglesia participa a todos del sacrificio de su Cabeza. La Ordenación del Misal Romano establece las indicaciones y posturas que deben tomar los fieles para vivir la misa como Dios quiere, según la creencia de la Iglesia Católica.
Ritos iniciales
Estando reunido el pueblo, los ritos iniciales son los momentos introductorios a la celebración que preparan a los fieles para celebrar la eucaristía y escuchar la palabra. El sacerdote, con el diácono y los ministros, avanzan dando inicio al canto de entrada y salutación. Comprende la señal de la cruz, saludo inicial, acto penitencial, gloria y oración colecta:
La procesión de entrada
Es la llegada al templo hacia el altar cantando con alegría, en cuya procesión hacia el altar el sacerdote se acerca a él, lo besa y hace una reverencia. Puede utilizar el incienso en celebraciones especiales, y en cualquiera de los dos casos el sacerdote que preside la reunión acompaña el inicio del ritual con un canto desde la sede, no desde el altar.
Los signos que puede utilizar el sacerdote sirven para adentrar a la iglesia al ministerio, por ejemplo el acompañamiento de lectores y ministros de la eucaristía.
Canto de entrada
La entrada a la celebración se inicia con una canción apropiada que represente el sentido de la reunión en unidad (celebrar como hermanos). El propósito del canto es dar apertura a la reunión, promover un sentimiento de unión entre los congregados y también introducir su espíritu en la festividad y tiempo litúrgico, acompañando al sacerdote en la procesión.
Saludo inicial
El sacerdote, los ministros y diáconos saludan con una inclinación profunda al altar. La señal de la cruz es un saludo en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo en representación de la iglesia universal a la comunidad local. Al saludo el pueblo contesta con un clamoroso amén.
Acto penitencial
Luego el sacerdote invita al pueblo al acto penitencial, en el cual deben guardar silencio confesando en su intimidad los pecados. El ritual se lleva a cabo mediante la confesión general de toda la comunidad en un pedido humilde de perdón por todas las faltas cometidas.
Se reza enumerando las intenciones por las que se pide perdón, culminando el sacerdote el acto penitencial con la absolución de los presentes con los brazos extendidos en alto y repitiendo la fórmula: «el Señor Todopoderoso tenga misericordia de nosotros«, a lo que el pueblo de los fieles reafirma con un «amén». Finalizado el acto penitencial se reza entre todos «Señor, ten piedad de nosotros».
Gloria
Es un canto tradicional muy antiguo que utiliza la iglesia congregada en el Espíritu Santo para expresar la alabanza al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo. El gloria es un himno o cántico de alegría por el que se alaba a Dios reconociendo su santidad y la necesidad de él, se glorifica a Dios Padre y suplica al Cordero. El gloria acentúa la fe en la presencia del Señor en la reunión.
Colecta
El sacerdote invita a la comunidad a orar, y en conjunto con él guardan un momento de silencio para tomar conciencia de la presencia de Dios y poder formular una oración que se hace al Padre en el espíritu expresándole sus deseos. El sacerdote entonces realiza la oración llamada colecta, por medio de la cual recoge, reúne y sintetiza los sentimientos e intenciones que rezó la comunidad y el espíritu de la celebración.
Tiene la función de dar sentido al festejo, constando de tres partes: invocación (que expresa los motivos que inspiran la reunión, comenzando «Señor, que nos dejaste la memoria de tu pasión en este sacramento admirable…»); petición («…concédenos Señor venerar los sagrados misterios de tu sangre y de tu cuerpo…»; finalidad («…para que podamos siempre experimentar en nosotros los frutos de tu redención»).
Liturgia de la Palabra (Dios habla)
La parte fundamental de la liturgia de la Palabra es la lectura de la Sagrada Escritura. Los pasajes leídos se intercalan con música y cánticos que finalizan con la profesión de fe, la homilía, y la oración universal desarrollada por los fieles.
Lecturas bíblicas
Preparan a los fieles para la parte principal que se lee con especial honor, que es la lectura del Evangelio, cumbre de la liturgia de la Palabra. La liturgia instruye acerca de la veneración que debe brindarse a la Palabra, distinguiéndola de otras lecturas, y anunciándola con una bendición. Los fieles aclaman y reconocen la presencia del Señor que les habla a través del sacerdote, escuchándola de pie.
Luego de leer la primera lectura bíblica prosigue el salmo responsorial, que favorece la meditación sobre la Palabra de Dios. Tiene gran importancia pastoral y litúrgica, integrando la liturgia de la Palabra. Antes de leer el Evangelio se suele cantar el aleluya u otro similar ya predeterminado. El rito de la aclamación es la forma en que la asamblea saluda, profesa su fe y acoge al Señor que les hablará a través del Evangelio.
Homilía
Es la explicación de los pasajes leídos por el sacerdote, entendidos como un diálogo de Dios con su iglesia, que sirven de alimento para la vida cristiana. La interpretación del mensaje por parte del sacerdote tiene la intención de que sea aplicado a las necesidades de la iglesia para integrarlos a las vidas, que son interpeladas por la Palabra. La homilía es fundamental para los fieles porque revela la implicancia del mensaje para la vida de los cristianos.
Profesión de fe o símbolo
A través del «credo», oración tradicional en la que iglesia profesa su fe respondiendo a la Palabra de Dios. Los fieles confiesan su fe luego de escuchar la Palabra de Dios, que fue explicada por medio de la homilía. Se reza el credo antes de celebrar la eucaristía.
Oración universal
Es la que realiza la asamblea en su conjunto respondiendo en fe a la Palabra recibida, rezando unos por otros, pidiendo por las necesidades de todos y ofreciendo a Dios súplicas por la salvación de toda la humanidad.
Liturgia Eucarística (se comparte el pan)
Luego de la liturgia de la Palabra que Dios habló a su pueblo, ésta se hace carne en las personas que componen la iglesia, a través de la eucaristía. La plegaria eucarística es la renovación del sacrificio de Jesús, la memoración de su muerte y resurrección que nos convirtió en hijos de Dios. El sacerdote rememora el sacrificio de Jesús consagrando el vino y el pan, que significa la separación de la sangre y del cuerpo de Cristo, la muerte de Jesús.
En su última cena Jesús consagró el pan y el vino, dio gracias y lo distribuyó entres sus discípulos (comunión). Al tomar la comunión el pueblo reconoce a Cristo en la fracción de pan y porción de vino, y lo toma como alimento para sus fuerzas. Al llegar al altar para tomar la comunión se llevan allí todas las penas y alegrías y se las ofrenda a Dios.
El sentido de la misa es el ofrecimiento de Jesús de su cuerpo (dio su vida) y sangre (murió por nosotros) en el mismo acto en el que nosotros consagramos nuestras vidas (dadas a los demás en amor) y entramos en comunión con Dios, en un solo cuerpo y espíritu.
La eucaristía es el momento en que el sacerdote reproduce en un rito las tres cosas que hizo Jesús en la última cena, previa a su muerte: «Jesús tomó el pan», «lo partió» y «lo dio a sus discípulos»:
«Jesús tomó el pan» (presentación de los dones)
Se llevan los dones o especies (pan y vino) al altar, que se convertirán en la sangre y el cuerpo de Cristo. Se prepara la mesa del Señor (el altar) que es el centro de la liturgia eucarística, colocando el misal, el purificador (el sacerdote se lava las manos simbolizando el deseo de purificar el corazón y limpiarlo de iniquidad antes de tocar las cosas sagradas), el corporal y el cáliz (recipiente donde se vierte el vino).
Se traen las ofrendas de vino y pan por parte de los fieles (lo que tiene mucha significación espiritual), que son recibidas por el diácono o el sacerdote que las llevarán al altar. Depositadas las ofrendas, el sacerdote y el pueblo oran sobre ellas en un acto de contrición por los pecados, y se prepara la plegaria eucarística o acción de gracias. Los dones (pan y vino) sintetizan nuestra vida y condición humana, con todo lo que implica en penas y alegrías.
«Dio gracias» (plegaria eucarística)
Es el centro y cumbre de la celebración, donde el sacerdote eleva una plegaria de santificación y acción de gracias, invitando a los fieles a levantar su corazón hacia Dios dando gracias en nombre de toda la humanidad, en una oración dirigida al Padre en el nombre de Jesucristo.
La plegaria eucarística tiene varios elementos:
- la acción de gracias (el sacerdote da gracias en nombre de toda la humanidad por la salvación)
- aclamación (toda la iglesia canta a coro el Santo)
- epíclesis (la iglesia implora la fuerza del Espíritu Santo para convertir los dones y consagrarlos en la sangre y carne de Cristo para que la comunión sirva para la salvación de quienes la toman)
- narración de la institución y consagración (Cristo dejó el mandato de perpetuar lo que hizo con el vino y el pan en la última cena)
- anámnesis (por mandato de Cristo transmitido por sus apóstoles, la iglesia rememora su pasión y resurrección ascendiendo a los cielos)
- oblación (invita al pueblo a ofrecerse a sí mismos a Cristo, a perfeccionarse para que Dios sea en ellos)
- intercesiones (toda la iglesia en comunión pide por el Papa y los Obispos, los difuntos, y todos los presentes)
- doxología final (el sacerdote ofrece al Padre el cuerpo y sangre de Cristo, por El y en El).
Todos responden amén y se reza el padrenuestro, en preparación para comulgar.
«lo partió y lo dio…» (rito de comunión)
Los fieles se acercan al altar para recibir el pan de vida, con alegría y cantando. Al ir hacia el altar con solemnidad, se hace un acto de contrición y de fe. En una genuflexión, el sacerdote toma el pan consagrado y lo muestra al pueblo sosteniéndolo en alto y diciendo: «Este es el cordero de Dios que quita los pecados del mundo, dichosos los invitados a la cena del Señor».
El pueblo contesta: «yo no soy digno de que entres en mi casa, pero una palabra tuya bastará para sanarme», usando una parte de la liturgia que usó el centurión Cafarnaún para expresar que se sentía indigno de recibir en su casa a Jesús. A continuación el sacerdote comulga, y luego lo hacen los fieles bautizados que están en gracia de Dios, es decir que han efectuado su confesión de pecados.
Luego de comulgar, siempre con cánticos mientras dura el ritual, se concluye con una oración en un clima de recogimiento, donde se pide por la paz en el mundo.
Rito de Conclusión
Constituye la parte final de la celebración, a modo de despedida. Incluye avisos breves o anuncios, el saludo del sacerdote con bendiciones para que cada uno llegue bien a los hogares, el beso al altar en una inclinación solemne y profunda, y la oración agradeciendo a Jesús por haberlo recibido en el espíritu.
El pueblo recibe la bendición del sacerdote, y alimentado con la eucaristía y el pan de la Palabra, retorna hacia el hogar a continuar las actividades cotidianas, llevando en los corazones a Jesús.